En alguna calle parisina,
en algún espacio desvanecido,
en alguna temporalidad perdida.
Esa noche te la dedicaría.
Abandonaría cualquier formalidad.
Alguna tarde de invierno,
con una lluvia vehemente,
con paraguas sobrevolando las calles.
Me uniría a la imposibilidad de lo deseable,
y a la posibilidad de lo imaginable.
El miedo estará de luto,
cobijado bajo un cúmulo de sábanas.
No habrá malestar.
Tampoco lágrimas nocturnas.
Tan sólo abrazos simulando el amor eterno.