Thursday, September 24, 2009

Un hombre se quitó la vida en Canelones


-Que vaya la Policía Técnica. No me cierra que haya sido un suicidio. ¿Era un rifle o una pistola? ¿La familia no escuchó nada? Por favor, deje constancia que la Policía Técnica irá a tomar fotografías de la escena del crimen. Esto puede haber sido un homicidio.

El ómnibus estaba ya ingresando en las calles de tierra de Nueva Palmira, a unos 20 kilómetros de Carmelo –en la República Oriental del Uruguay-. Durante el viaje, los pasajeros habían permanecido en silencio. Varios dormían. Otros aprovechaban para adelantar quehaceres laborales, tales como llenar formularios contables y leer planillas inundadas de números. Y había quienes escuchaban música, con el campo como cuadro de fondo. Vastos terrenos verdes, en medio de la llanura, los viñedos de Irurtia y decenas de vacas pastoreando entre los pastos frescos de la reciente primavera.
Nadie se subió en la ruta. La mayoría venía de más al norte. Y muchos se dirigían hacia Mercedes.
El aire cansino del viaje se interrumpió con el llamado de la jueza del asiento número seis, que barajaba hipótesis con un inferior sobre la carátula del hecho ocurrido en Canelones, la madrugada del domingo 20 de septiembre.

Sexo masculino. Cuarenta y dos años. Comerciante. Residente en Canelones. Separado. Dos hijos.
Consta en el primer informe técnico que la vivienda de Washington Prada hallábase en absoluto orden. Excepto por un detalle. Las fotografías que se exhibían sobre la cómoda habían sufrido una extraña intervención. Los rostros estaban recortados. Sólo podían verse los cuerpos de esas personas, que alguna vez habían sido capturadas por el dispositivo que hace inmortales a los mortales. Sobre la cama, el cuerpo de Prada. Mutilado su rostro, intacto su torso y sus miembros. El rifle, salpicado de gotas de sangre seca.
La viuda y los hijos se rehusaron a prestar declaración. Los diarios del Departamento de Canelones titularon: “Un hombre se quitó la vida”. Por supuesto que la noticia no tuvo la suficiente relevancia para ganar su lugar en los grandes diarios de circulación nacional. Un suicidio, un domingo, y en Canelones, no era noticiable.

La carátula del hecho fue “SUICIDIO”. Nunca pudo comprobarse la existencia de un tercero que haya ingresado a la vivienda para acabar con la vida de Prada. Para la jueza, siempre quedaron dudas. Los hijos nunca hablaron. Como esos tabúes de familia que saben resistir cualquier embate y logran permanecer en el tiempo. Hay cosas de las cuales no debe hablarse. Aunque nadie diga nada, se respira un aire denso que así lo connota. Y los niños saben captarlo muy bien desde la más temprana edad.
La viuda, por su parte, siempre sostuvo que el problema de Prada había sido su incapacidad de olvidar. Su vida era una tortura. Recordando cada día, cada detalle, cada dato, cada hecho, cada mirada, cada palabra. Su memoria desenfada y obstinada habría sido su homicida. Silencioso, cauteloso y de guantes blancos. Ningún rastro ha dejado.