// Carta no enviada //
Cada tanto vuelvo a leer esa dedicatoria y el brillo en mis ojos siempre está… y a veces termina en lágrimas que marchan de forma desordenada.
Vos me esperaste en la plaza Pagano. Yo venía de más al norte. Estabas tan niño, tan feliz, tan sonriente –como siempre-, lleno de deseo. Eso que tantas veces aplasto sin querer con mi cabeza. ¿Yo? Ah, sí… yo estoy bien, estable. En ascenso.
Es cierto eso de que las batallas morales se hacen a solas.
Empecé a tener tantos sueños. Mejor dicho… empecé a recordar mis sueños, después de muchos meses.
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