Es imposible hablar del olvido si no es bajo el signo del recuerdo del olvido.
Para reconocer que hemos olvidado algo, es necesario recordar que hemos olvidado.
Parecería ser que nos encontráramos ante una estructura aleatoria, al mejor estilo Rayuela, frente a un juego de piezas movibles y rearmables. Porque la memoria no suele respetar órdenes racionales, sino que prefiere autoproclamarse como obra en movimiento. Apelar a ella muchas veces implica introducirse en una construcción laberíntica; y recorrer una ruta que es a la vez mental y sensoria. El cuerpo no olvida.
A mi amiga, compañera de tesis y socia de la vida...
//Falta poco para finalmente poder decir "¡SE PUEDE!" y dar esa vuelta a la manzana de la facultad que tantos gustos y disgustos nos dio, con luz de atardecer de otoño como en la película que vimos hace algunos años en el Gaumont//